Después de 49 días sin verse en persona, el capitán de la selección argentina y su gran compañera se volvieron a abrazar en Rosario, donde nacieron y crecieron y donde siempre está su corazón.

Apenas habían pasado unos treinta minutos del final del partido que le trajo la mayor alegría de su vida deportiva. Y desde el mismo césped del Maracaná, con el celular en mano, se comunicó a su casa en las afueras de Rosario.
«¡Thiagui! ¡Mateo! Dónde están? ¡Ciro! ¡Mirá, mirá!», gritaba Lionel Messi (34), mostrándole a sus hijos la medalla dorada que colgaba de su pecho. Del otro lado de la línea, el indiscreto micrófono de la transmisión televisiva captó un «te amo», en la voz de Antonella Roccuzzo, su gran compañera.

Y el capitán argentino no tardó ni un instante en responder: «Yo también mi vida, te amo».
Recién catorce horas después en la pista del aeropuerto rosarino, Antonella (33) y Leo se dieron el beso y el abrazo tan postergado a lo largo de casi dos meses.
Exactamente fueron 49 días los que Messi -al igual que sus compañeros de la selección- estuvo separado de su mujer y sus tres hijos. El 24 de mayo todos los jugadores entraron a una hermética burbuja de la que sólo podían «escapar» en forma virtual. Y es tanto lo que ha sucedido en estos días que cuando Lionel llegó a Ezeiza en vuelo privado, la Copa América se iba a disputar en tierra argentina.